Estrella de culto, queda un poco mal decir que nunca has ido a ver a Micah... y lo cierto es que oportunidades no han faltado. Cierto que, pese a que muchos le comparan con grandes de todo pelaje sonoro –casi todo lo que se mueve del folk-rock de autor al country más apaisado– nunca ha llegado ni creativa ni comercialmente al nivel de sus referentes, pero lo cierto es que ha sido prolífico en estudio, generoso en dedicación, entrega e intensidad en directo, ingenioso a la hora de ponerle título a sus discos y un verdadero esteta en las portadas. Suficiente para que a estas alturas haya tenido que cambiar a una sala de mayor aforo en Madrid.