En este retorno a los orígenes que impregna la gastronomía pública de los últimos tiempos, con el acento puesto sobre el producto más que sobre la técnica –ni que fuera necesario elegir–, no se podrá decir que Juanjo López Bedmar y su Tasquita de Enfrente pretendan subirse al carro al rebufo de las modas. Desde sus inicios en 1999, la máxima de López Bedmar ha sido presentar los productos que ofrece cada temporada en su máxima calidad. Luego, su sentido del gusto se encargará de idear combinaciones audaces, a menudo en platos con apenas un par de elementos mínimamente tratados. Entre los platos del largo menú de nuestra última visita probamos una de nuestras sopas frías favoritas, el ajoblanco, donde la pera reemplaza a las tradicionales uvas y la anguila ahumada alarga y matiza su sabor. Un plato fetiche de la casa, la ensaladilla rusa, se culmina esta vez –López tiene mil versiones, con erizo, huevas de trucha o caviar– con la farsa del salchichón ibérico recién embutido. El dulzor de la navaja pasada por la plancha se contrapone a la salinidad de una anchoa en conserva. Habrá quien adivine un minimalista y elegante marmitako en la ventresca de atún con piparra frita. Los últimos boletus pinícola de la temporada, en crudo y salteados, sobre paté de perdiz en brillante armonía. No cabe duda: el producto, incuestionable.