El pequeño Simba se ve obligado a abandonar su casa tras haber sido culpado por su tío Scar de la muerte de su padre, Mufasa, el rey de la sabana. En su viaje forma un bizarro equipo con un jabalí y un suricata que le ayudan a dejar atrás sus miedos para convertirse en un león valiente y responsable, digno de ocupar el trono que por ley natural le pertenece. Tras un encuentro fortuito con su pasado, Simba decide volver y derrocar al tirano Scar, quien se ha hecho con todo el poder en la sabana.
La historia que marcó un antes y un después en el cine de animación regresa 25 años más tarde a la gran pantalla. Ahora, El Rey León vuelve a rugir, y esta vez lo hace a través de técnicas cinematográficas pioneras que vuelven a revolucionar la industria cinematográfica por su gran calidad técnica en una cinta que llega a asemejarse visualmente a un documental de alto presupuesto. Un viaje a la sabana africana dirigido por Jon Favreau, uno de los grandes directores, actores, guionistas y productores de Hollywood en la actualidad, cuya cara nos suena de grandes producciones como Vengadores y que ya se puso al frente de la vuelta al cine de El libro de la Selva en 2016. Este nuevo remake de Disney, que ha encontrado una mina de oro en la reinvención de los grandes clásicos, nos devuelve a la trágica historia en la que tras el asesinato del rey Mufasa, su hijo Simba tendrá que aceptar su destino y luchar por ocupar el lugar que le corresponde en el reino animal siguiendo la huella de su padre y plantándole cara a su malvado tío Scar. Todo ello con la ayuda de sus nuevos e inseparables amigos, Timón y Pumba, que como en la película original, vuelven a aportar el toque humorístico a esta tragedia con tintes shakespearianos. Un remake de una sorprendente calidad técnica, con un CGI impecable, que despierta la nostalgia de los adultos y el entusiasmo de los más pequeños.